Luis Parente, integrante del Frente de Artistas ya fallecido, siempre decía: “ el hospital es como una boca grande que te traga”. Y es verdad, da esa sensación a medida que se entra y se recorren sus pasillos pocas veces limpios y muchas veces sucios, con ventanas oxidadas, sin vidrios o con vidrios rotos, y más pasillos, muchos pasillos con cuerpos que caminan o extremadamente quietos, de horas vacías, de caras pálidas, tristes, sin vida.
"La extracción de la piedra de la locura", de Van Hemessen
Comienzo de la experiencia. Objetivos
En 1984 Alberto Sava, fundador y director del FAB, fue convocado por el psicoanalista José Grandinetti para sumarse a un proceso de transformación del Hospital Psiquiátrico. Su propuesta fue integra
rse a un proyecto de desmanicomialización; el espíritu que nutrió esta experiencia tuvo que ver, indudablemente, con el recorrido de Teatro Participativo, del que Sava provenía.
El 15 de noviembre de 1984, se realizó la primera reunión en el Teatro del Hospital Borda, Alberto Sava junto a las licenciadas Monica Arredondo Holguín y Roxana D’ Angelo, convocaron a unas 50 personas internadas, todos con inclinaciones artísticas, y les propusieron crear un grupo de artistas del Borda para que a través del arte ayudaran a transformar la realidad del hospital.
Entonces, en tren de buscar un nombre para el grupo, que les diera identidad, surgieron al principio opciones como “los pirados del arte”, “grupo de artistas locos”, y muchos otros, hasta que a alguno de los muchachos internados se le ocurrió “Frente de Artistas del Borda”. Lo fundamentó diciendo:
“Frente por que vamos a ir al frente, para enfrentar nuestra realidad y cambiarla.”
“Artistas porque somos y queremos ser artistas y no locos,”
“Borda, porque somos del Borda y seremos los revolucionarios del Borda”
Desde el momento de la elección de nuestro nombre, realizada en una asamblea entre internados y coordinadores se perfiló el camino a seguir: “el arte del Borda fuera del Borda”. En esta denominación hay algo que se muestra y produce una marca: la creación artística y junto a ella su artífice, el artista. La tarea actúa como articuladora y organizadora del grupo; nuestros talleres se orientan a una búsqueda ligada a la creación, como cualquier grupo de artistas que trabaja en “el afuera”.
Desde sus inicios, nuestra práctica apunta a revertir los efectos de deshumanización que tanto la institución manicomial como la sociedad generan, proponiendo a los protagonistas de esta experiencia, recuperar las características propias de ser personas. Esto estaría dado mediante el reconocimiento mutuo como personas que sienten, piensan, se expresan, se comprometen en una tarea colectiva generada desde el propio deseo. De esta manera se intenta favorecer un readueñamiento del cuerpo y de la palabra legítima.
Fachada del Hospital José T. Borda
Partimos de la idea de que haciendo circular estas producciones artísticas, se producen tres efectos: subjetivo, institucional y social.
Subjetivo, porque a personas a las cuales el manicomio les ha socavado sus deseos, sus pasiones, sus proyectos de vida, el arte los convoca a un trabajo grupal dentro de un proceso creador en el que la pertenencia a un colectivo y el compromiso a través de la tarea, promueven el fortalecimiento de la identidad.
Nuestra idea es que la producción artística, en la medida que posea cierta calidad, se pueda mostrar, empiece a circular en la cultura, en el afuera. Y lo que circula no es sólo la producción sino el artista. De esta manera la persona puede decir lo que le pasa dentro del hospital, mencionar lo que funciona y denunciar los aspectos negativos así como los malos tratos físicos y psíquicos, la sobremedicación, la falta de libertad.
Estas denuncias públicas vuelven al hospital y es allí en donde se produce un segundo efecto, el institucional. En principio, poniendo en evidencia las contradicciones institucionales y abriendo dentro del hospital nuevas grietas que permitan profundizar el debate sobre estas problemáticas.
El tercer efecto es social. En la medida en que los artistas salen, se muestran y muestran su capacidad creadora. Teniendo en cuenta que definimos paulatinamente nuestra identidad en el actuar con el entorno (a partir de expectativas de conducta sancionadas socialmente), el compartir las producciones artísticas contribuye a romper con un imaginario social de la locura siempre en déficit, imposibilitado de ser un agente de transformación social y de coproducción de un proceso grupal, en este caso artístico. Así, la mirada que los otros puedan devolver a los participantes como portadores de una palabra y producción valedera, permite la construcción y apropiación de una imagen del “loco” como actor de un proceso valioso de creación y construcción. Frente a esto, el cambio que se vislumbra, es el de una sociedad que se sensibiliza, empieza a abandonar la indiferencia, el miedo; que comienza a cuestionarse a sí misma con relación a ese imaginario que ubica a las personas en el lugar de resto, de desecho.
Se trata, en definitiva, de despertar en la sociedad la necesidad de terminar con el encierro opresivo propio del manicomio.
Decíamos en 1985:
“El Frente de Artistas desborda, es un proyecto ambicioso, intentamos producir un espacio posibilitador, en el cual se produjeran objetos de creación que no terminaran perteneciendo al archivo institucional sino que a partir de ellos se genere un lazo social. Intentamos, a partir del arte y en el arte, producir creaciones que dejen marcas dentro y fuera del Hospital”
No hay comentarios:
Publicar un comentario